Threads, Elon Musk y el fin de la internet gratuita.
Todo lo que querías saber del mundo de los influencers.
Hola, somos Juan Marenco y Natalia Alfonso y te presentamos Be Curious, un newsletter de Be Influencers. Acá vas a encontrar una recopilación de cosas que nos interesan, nos llaman la atención y, sobre todo, nos hacen pensar.
Top 3 de la semana
¿Por qué vemos lo que vemos en Instagram? En general vivimos paranoiqueados de que el celular nos escucha y que la publicidad que nos aparece tiene que ver con ese micrófono en constante operación que sabe todo de nosotros. Bueno, eso es una teoría conspirativa que siempre son más divertidas, pero ahora Instagram puso al servicio una herramienta para entender por qué estamos viendo los contenidos que nos aparecen. Interesante.
Cierran tiendas de Amazon sin humanos: Cuando parecía que el futuro era lineal y distópico, Amazon está cerrando varias de sus tiendas no atendidas por nadie. Es muy pronto para sacar conclusiones, pero quizás la automatización y la despersonalización no es una gran noticia en todos los ámbitos. Al fin y al cabo somos seres sociales, ¿no?
La crisis existencial de los Influencers: Otra más y van… pero esta nota de The Atlantic es realmente interesante porque plantea algo que hablaremos más adelante: la generación de contenido se transformó en una nueva profesión que le genera ganancia a las compañías más importantes del mundo, pero no así a los que efectivamente crean el contenido. Y no solo eso, las reglas del juego cambian permanentemente y no tienen control sobre eso. Por eso existen varias iniciativas, sobre todo en Estados Unidos, de sindicalización y agrupamiento. Eso parece muy difícil, pero sí sería interesante ver cada vez más programas de monetización directa que efectivamente les permitan ganar plata sin depender de la publicidad.
Cultura de la Influencia
Estos días fueron otra vez muy movidos para el mundo Twitter y en Be Curios no podíamos dejarla pasar porque, si bien Twitter es una plataforma muy poco usada por anunciantes en campañas con influencers (al menos desde un lugar no troll), sigue siendo profundamente relevante en la discusión pública y en la instalación de temas.
Hemos hablado de la necesidad humana de la conversación desde el principio de los días digitales y de la importancia de tener plataformas que nos permitan eso, pero también dijimos que es muy difícil de monetizar y que eso posiblemente haya alejado a las mayorías de las redes sociales de esa funcionalidad siendo Twitter la principal.
Hasta hoy.
Pero para contar esta historia hay que empezar por el principio: después de la compra de Twitter por parte de Elon Musk todas las semanas aparece una novedad que lo pone en agenda y que intenta reactivar el interés por los anunciantes, hasta ahora sin mucho éxito.
El primer fin de semana de Julio arrancó con la novedad de que Twitter iba a limitar su uso y, al menos por un tiempo, íbamos a poder leer apenas alguna cantidad de tweets por día lo que hizo, obviamente, que todo el mundo fuera a Twitter y consumiese su ancho de banda demasiado rápido.
Esas 48 horas fueron claves para muchos de nosotros, y seguramente para el futuro de Internet (¿exagerado? si ¿real? también) porque nos trajo un par de preguntas y reflexiones:
¿Existe una alternativa a Twitter?
¿Esta limitación fue efectivamente por el absuso del scarpping por parte de las plataformas de AI o efectivamente Elon está flojo de plata?
¿Estamos frente al fin de la Internet gratis? ¿O del modelo ad based?
Vamos a intentar responder estas preguntas.
¿Puede haber otro Twitter?
La respuesta de Mark Zuckerberg a la crisis autogenerada por Elon Musk fue rapidísima, cinco días después abrió al mundo su propia aplicación de texto que, a simple vista, es realmente similiar llamada Threads.
Tan parecida es que Zuck volvió a Twitter 11 años después solo para subir este meme que dice mucho y que hizo enojar tanto a Elon que está pensando en iniciar acciones legales contra el fundador de Meta.
Pero más allá de la lucha de egos de dos multimillonarios Succession style, lo que nos preguntamos en #BeCurious es si efectivamente existe lugar para dos plataformas que apuntan al mismo público. Bah, ¿apuntan al mismo público?
Por supuesto que Juan, como buen fanático de Twitter, según el casi socio fundador y con una postura un poco sobreactuada sobre su relevancia cultural y su importancia en la distribución de noticias, memes y hechos relevantes en los últimos años… ya entendimos. Ok Boomer.
Como decíamos antes de que empiece el monólogo, por supuesto que Juan se instaló Threads a los 3 minutos de abierto en búsqueda de criticarlo y se encontró algo muy similar, pero diferente. En principio se nota que la plataforma fue lanzada a las apuradas, se la nota verde, con falta de features básicos como el mensaje directo, pero con una reminiscencia clara a la Twitter de 2010 donde dominaba la simpleza y lo único que hacíamos era leer, favear y escribir.
Pero también nos encontramos con algo muy distinto: vemos contenido de gente que no seguimos y no vemos un orden cronológico claro (algo que Twitter también está explorando bastante mal por cierto y ya veremos cuando hablemso del blue check). Peor aún, cuando seguimos a alguien, es alguien de Instagram y no de Twitter, es decir, otro tono, otra forma, otro lenguaje.
Deteniéndose en el primer punto vamos a citar al The Social/Communications Map of 2023 creado por Ben Thompson en 2013 y actualizado recientemente que dice algo así:
Como dice Thompson, una de las principales diferencias, y causal del éxito, de TikTok es estar basado en el algoritmo y en el UGC mientras que Instagram está parado sobre el Time-Based y las Redes Sociales. Es decir, ver contenidos de cualquier mediatizados por el algoritmo vs ver contenidos de amigos-conocidos subidos en el último tiempo.
Y ahí parece estar la principal diferencia y apuesta de Threads, ser el TikTok del texto. Como dijimos hace apenas dos párrafos es notorio como entrando a la plataforma nos encontramos con contenidos de personas que no seguimos, pero a simple vista relevantes e interesantes.
Pero, por otro lado, como también dice Thompson (y Juan) es que Twitter es
culturalmente relevante y que se ganó el lugar de ser donde se generan y distribuyen las noticias siendo la principal fuente del resto de los medios, cosa que Meta nunca logró. No solo eso, según las declaraciones del propio Adam Mosseri es un terreno donde no les interesa ni entrar.
Ahora, ¿es posible una app de conversación aesthetic donde todo sea alegría, felicidad y cosas lindas? Parece, al menos, dudoso si tenemos en cuenta que la mayoría del mundo vive un estado de polarización cada vez más grande, donde el diálogo no parece ser una búsqueda, muy por el contrario del momento donde surgió Twitter que sí lo era.
Otra alternativa es que Threads no se convierta en una plataforma de conversación y eso siga en manos de Twitter o de plataformas más cerradas como Discord y termine siendo un feed de entretenimiento de texto que muestre algorítmicamente lo más interesante para cada uno. Pero no sabemos si eso es algo que la gente está demandando. Por lo pronto Threads se está apurando en sacar nuevas funcionalidades que lo asemejarán cada vez más a Twitter desde el uso, pero seguirá con su búsqueda de la masividad y de tener una app de texto, como dijo Mark, realmente masiva.
¿Musk dice la verdad?
Hablamos muchísimo de Elon acá y ¡todavía nos quedan cosas para decir! Pero por supuesto se merece un apartado como dueño y portavoz de Twitter que está en el centro de la polémica cuando decidió limitar su uso y aceleró la llegada de Threads. En su justificación Musk aseguró que lo hacía para frenar el scrapeo furioso de las plataformas de IA que están usando contenido generado por otros para poder aprender y generar nuevos contenidos, pero las malas lenguas decían otra cosa: que se está quedando sin plata y no puede pagar lo que sale Google Cloud.
Pero más allá de la polémica y de los mal pensados el punto que Elon levanta hoy es un tema de discusión en muchísimos ámbitos. Sin ir más lejos esta semana Mario Pergolini anunció que Vorterix se baja de Spotify por no recibir ninguna contraprestación económica (como hizo Rebord hace poco), en Canadá Google se quedó sin poder utilizar contenido de los medios por no querer pagar y Sarah Silverman (te amamos, Sarah. andá a cagar Matt Damon) denunció a ChatGPT por usar su contenido y no pedirle permiso ni pagarle.
Es decir, insistimos, hay algo ahí.
Después de regalar todo lo que hacíamos en pos de la humanidad (?) y de soñar con una enorme biblioteca de Babel donde todo el conocimiento fuera accesible para todo el mundo parece que llegó la hora de empezar a pagar por ese contenido. ¿Es ético y lógico que Spotify, Google, ChatGPT o quién sea utilice contenido creado por terceros y no pague por ellos?
Si, ya se que esta discusión se viene dando y es quizás la más importante de la creator economy, pero evidentemente está lejos de solucionarse. En un principio, ya sea el estado, la tecnología o las decisiones personales de elegir donde subir contenido, algo empieza a pasar.
La Web gratis, en crisis.
Si bien no pareciera que a corto plazo empecemos a tener servicios cada vez más limitados y perdamos esa noción de infinito que construyó internet en los últimos años, es innegable que cada vez más los servicios están mostrando limitaciones al menos en sus versiones gratuitas. La sensación de estar en internet sólo pagando la banda ancha empezó a desmoronarse con la llegada de los servicios de streaming que cambiaron las reglas del juego y modificaron el uso intenso de la piratería. De repente, con una erogación mensual no muy grave estábamos todos teniendo mejores experiencias sin necesidad de convertirnos en hackers y de exponernos a una computadora llena de virus. Tal es así que hay una generación entera que hoy se acostumbró a dar por sentado que el mundo digital es un mundo ameno donde todo se consigue y se accede fácil y no sabe ni siquiera bajar un torrent.
Pero ese modelo viene conviviendo con la gratuidad (quizás el primer pecado digital) que vino a decir que, a cambio de ver publicidad y de el uso de nuestros datos, podíamos usar todo absolutamente gratis. Veinte años después del dominio casi absoluto de ese modelo, las grietas comienzan a aparecer, ya no está tan claro que sea el modelo dominador y nos enfrentamos a una realidad de brecha: los que pueden pagar vs los que no.
Quizás entonces veamos de acá a muy poco tiempo no solo a una brecha digital cada vez más importante por las distintas posibilidades de acceso, sino a quiénes consuman publicidad y los que estén librados de ella por unos dólares por mes. En un propio spoiler alert, es muy posible que las plataformas que empiecen a cobrar también terminen sumando publicidad (¿premium?) más adelante.
Pero esta brecha no solo aparece para el consumo de contenidos, sino para su producción: la verificación de cuentas pasó de ser un símbolo de status para celebrities e influencers a ser un formato pago para poder llegar a más gente y es así como los usuarios empiezan a tener comportamientos marcarios y a pagar para que se priorice su contenido.
Si a esto le sumamos la llegada de ChatGPT ya la posibilidad de que la noción de buscador también desaparezca frente a una AI con todas las respuestas, el modelo ad based está todavía más en crisis.
Para los publicitarios esto es, aunque no parezca, una buena noticia. Menos espacios, mejor pagos y con un buen contrato de lectura entre el medio y su consumidor podría ser algo esperable.
Conclusión
Internet está cambiando y ya no es lo que Sir Tim Bernes-Lee soñó, un lugar abierto y sano donde teníamos la información de todo el mundo y íbamos saltando de un lado a otro gracias al hipertexto. Hoy es un lugar de silos cerrados, aplicaciones que compiten por nuestra atención y que generan usuarios con muchas ganas de entretenerse e informase y de buscar pertenencia en algún nicho.
Las AI claramente van a potenciar esa búsqueda y fragmentarán todavía más nuestros consumos culturales armando millones de tribus urbanas fanáticas de andá a saber qué especificidad. Y en ese camino veremos nuevos monopolios crearse (TikTok) y otros caer (¿Twitter?).
Lo cierto es que Bernes-Lee no soñó al pedo y seguramente los punks de la nueva era vuelvan a buscar esos caminos alternativos, más caseros y más decididos mientras se crea una nueva mayoría que consume algoritmos de recomendación. Y estarán también los que quieran resguardar más su privacidad o luchen por los derechos de recibir ingresos por su trabajo y quizás hasta logren una nueva manera de generar ingresos.
El paso del Social Media al Recomendation Media es ya una realidad que la sociedad ya está naturalizando y a la que habrá que adaptarse profesionalmente. Mientras tanto, ¿qué podemos hacer? Seguir en Internet, ¿qué otra cosa pensaban?
Be Influencers recomienda
Bueno, en realidad es una edición especial de Be Influencers NO recomienda porque vamos a hablar de la sexta temporada de Black Mirror. Como ya habrán adivinado, no nos gustó. ¿Por qué? Para explicarnos, vamos a tener que hablar un poco de los inicios y la esencia de Black Mirror, lo que hizo que logre posicionarse (y con razón) como un ícono cultural de reflexión sobre los efectos de la tecnología en los seres humanos. Estamos seguros que todos alguna vez dijimos o escuchamos algo así como “es muy Black Mirror” ante noticias y acontecimientos de innovaciones tecnológicas.
Entonces ¿qué hizo que Black Mirror sea Black Mirror? Muchas cosas, pero acá nos queremos enfocar en la crudeza de las primeras temporadas que logran dejarnos con una sensación de angustia y creemos que esto se logra por la manera en que se cuentan las historias. No son escenarios futurísticos con autos voladores, casi no se siente ficcional. Los capítulos se desarrollan en contextos digamos realistas, muy similares al mundo que ya vivimos, solo que incorpora alguna tecnología ideada para las historias. Sin embargo, esas tecnologías no son el foco de los capítulos, sino que son recursos para ilustrar angustias humanas universales, con las que todos nos podemos identificar y ahí es donde Black Mirror se transforma en Black Mirror.
Peeeero, la cosa cambió. La última temporada deja claro que la esencia crítica de la serie quedó atrás y tomaron un camino safe, blando, tibio y agregamos acá, desilusionante (sí, estamos dolidos). Para empezar, solamente los capítulos 1 y 3 tiene algo del espíritu Black Mirror y en ambos sucede lo mismo: una buena premisa que queda por la mitad. El resto de los capítulos no tienen absolutamente nada que ver con Black Mirror. Podrían ser tranquilamente capítulos de otra serie. En uno de ellos aparece UN HOMBRE LOBO. Perdón Netflix pero WTF. Esta última temporada tomó un camino más cercano a la ciencia ficción, perdiendo esos escenarios realistas que nos permitía empatizar profundamente con las historias. Black Mirror se transformó, lamentablemente, en una serie más del montón. La crueldad de la industria cultural.
La pregunta que nos hacemos es por qué en un “momento tan Black Mirror” que estamos viviendo con el auge de la inteligencia artificial o con el CEO de TikTok sentado en el senado de Estados Unidos, la serie elige alejarse de la temática de crítica techie para acercarse a un Psy Fiction pero no tenemos la respuesta. Puede ser un clima de época de bajadas de línea, puede ser una decisión comercial y muchas otras cosas. Nos quedamos con las joyas de las primeras temporadas que, aunque ya tengan sus años, no siguen haciendo reflexionar.
Gracias por leernos. Nos pueden encontrar en Instagram como @juanmarenco y @nati.alfonsoo. ¡Hasta la semana que viene!